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segunda-feira, 10 de fevereiro de 2020

Cuando, después de amarnos



Cuando, después de amarnos, te coges el cabello
desordenado, ¡cómo son de hermosos tus brazos!
cual en un libro abierto, surge la letra negra
de tus axilas, fina, dulce sobre lo blanco.

Y en el gesto violento, se te abren los pechos,
y los pezones, tantas veces acariciados,
parecen, desde lejos, más oscuros, más grandes...
el sexo se te esconde, más pequeño y más blando...

¡Oh, qué desdoblamiento de cosas!
Luego, el traje lo torna todo al paisaje cotidiano,
como una madriguera en donde se ocultaran,
lo mismo que culebras, pechos, muslos y brazos.


por Juan Ramón Jiménez
fotografia de Simon Bolz
modelo: Ariel

sexta-feira, 13 de outubro de 2017

Las rosas palpitaban encima de tus senos



Las rosas palpitaban encima de tus senos
duros. Como una flora de las blancas batistas
que tus brazos rosaban cálidamente llenos,
los encajes tentaban con carnes entrevistas

¡Qué cándida lujuria en tus bucles con lazos
rojos! ¡Oh, tus mejillas, mates como jazmines,
bajo la llama negra de los hondos ojazos
sobre la pasión cálida de las rosas carmines!

Ibas hacia la vida con todo tu tesoro
intacto... Me mandaste tus pájaros de amores...
¡y te besé, temblando, tu alegría de oro
con un miedo doliente de poner tristes tus flores!


por Juan Ramón Jiménez
fotografia de autor desconhecido

quarta-feira, 30 de agosto de 2017

Como joya de carne



Como joya de carne, como rosa de vida,
desnuda te sentabas encima de mis piernas.
Eras como una rosa abierta en un ciprés,
como una mariposa en una calavera.

Dios creaba de nuevo el paraíso
si tu risa de oro y plata bordaba mi tristeza.
Yo venía del mundo de los muertos, tan sólo
por tenerte en mis manos temblorosas y ciegas.

Después la brisa que eras tú se fue cantando...
Se apagó el sol. Ya nunca volvió el alba a la tierra.
Y en la sombra constante te perseguí, llorando
como un niño, de cima en cima, en las estrellas.


por Juan Ramón Jiménez
fotografia de autor desconhecido

segunda-feira, 28 de agosto de 2017

En la ardentía del placer me has desnudado



En la ardentía del placer me has desnudado
todo: tus senos tibios, dulces como la muerte,
tus brazos imprevistos con sus hierbas de luto,
la misteriosa pesadilla de tu vientre…

El placer ha sentido todo, bajo sus manos,
bajo sus labios, bajo sus fantasías, entre
la locura sin nombre de todos los ardores
un fuego de colores en un fuego de fiebres.

Luego, un pudor que torna de tu inocencia antigua
te hace, si te sonrío, rojecer levemente
y te arreglas tus faldas y te guardas tus pechos
confusa, con un aire dulce y adolescente

por Juan Ramón Jiménez
fotografia de David Hamilton

sábado, 19 de agosto de 2017

Cuando te levantaba las faldas perfumadas



Cuando te levantaba las faldas perfumadas
roja, como una rosa, tu cara era una risa;
tus ojos negros eran más negros y más blandos,
todo el aroma de tu cuerpo se encendía.

Y sobre la locura del instante del estío
te cegaba los ojos tu cabellera tibia.
Un mohín de fastidio replegaba tu labio
y mostrabas tus dientes de luminosa china…

Nunca el reproche tuvo tibieza ni amargura,
te dabas toda porque sí, porque querías,
y las rosas quemadas de tu jardín con sol
ornaban con fragancia de oro tu fatiga.

por Juan Ramón Jiménez
fotografia de autor desconhecido

domingo, 13 de agosto de 2017

¡Hermana!



¡Hermana! Deshojábamos nuestros cuerpos ardientes
en una profusión sin fin y sin sentido…
era otoño y el sol —¿te acuerdas?— endulzaba
tristemente la estancia de un fulgor blanquecino…

Luego —los ojos grandes como carbones rojos—
te arreglabas la toca, el velo… y sin ruido
te ibas, como una sombra, a la capilla aquella
perdida entre opulentos rosales amarillos…

Venían días tristes en que te recogías…
mi amor se hacía más inmenso y más sombrío
y cuando tú surgías, más pálida que el agua,
encontrabas mi pecho como un pájaro el nido…

Tú creías que Dios te miraba… En las tardes
de huracán y tormenta temblorosa de frío
ibas, los ojos bajos, pegada a las paredes,
con el corazón asustado como un niño.

por Juan Ramón Jiménez
fotografia de Ruslan Lobanov

sábado, 21 de setembro de 2013

Como joya de carne


Como joya de carne, como rosa de vida,
desnuda te sentabas encima de mis piernas.
Eras como una rosa abierta en un ciprés,
como una mariposa en una calavera.
Dios creaba de nuevo el paraíso
si tu risa de oro y plata bordaba mi tristeza.
Yo venía del mundo de los muertos, tan sólo
por tenerte en mis manos temblorosas y ciegas.
Después la brisa que eras tú se fue cantando...
Se apagó el sol. Ya nunca volvió el alba a la tierra.
Y en la sombra constante te perseguí, llorando
como un niño, de cima en cima, en las estrellas.


por Juan Ramón Jiménez
fotografia de autor desconhecido